La Historia es la construcción del pasado
de la Humanidad (si este no está relacionado con la acción humana no es Historia)
desde una óptica concreta (normalmente "eurocéntrica"). Así,
dependiendo de la persona que se encuentre delante del pasado, lo leerá de una
manera u otra, y es que -citando a Melocos (que no fue ningún pensador griego
sino un grupo de pop español): "somos el resultado de todo lo que hemos
vivido".
El pasado es inamovible, pero la interpretación que hacemos del mismo no. ¡La historia está en continua construcción! Por lo tanto, el "pasado" es pasado y la "Historia" es presente.
El pasado es inamovible, pero la interpretación que hacemos del mismo no. ¡La historia está en continua construcción! Por lo tanto, el "pasado" es pasado y la "Historia" es presente.
Podemos decir que la Historia -como producto que se pone a nuestro
alcance- nos viene dada como algo “contaminado” no sólo por la propia
naturaleza de los individuos que la han tratado previamente, sino también por
los receptores de la misma (también condicionados por sus propias circunstancias).
Por lo tanto, el pasado nos llega a través de múltiples filtros.
Es prácticamente imposible desprendernos de todo aquello que ha
ido conformando nuestro propio ser: nunca podremos ponernos literalmente en la
piel de un "hombre del medievo" (por ejemplo), pensar como él, sentir como él, etc. así como de ninguna
otra persona, incluso de nuestro tiempo.
Además, la historiografía nos enseña cómo otros filtros han sido
colocados intencionadamente, mostrando sólo parte de la Historia,
ocultándola, destruyéndola o manipulándola. Esto puede responder a distintos
fines, relacionados, en último término, con la adquisición o mantenimiento del
poder de ciertos grupos.
Por otra parte, incluso el más ambicioso de los historiadores,
sabe que es imposible abarcar todo el pasado de la Humanidad, ya que no tenemos
ni el tiempo ni los medios necesarios para ello.
Pese a estos y otros problemas, es responsabilidad de todos los
que nos dedicamos a esta bella tarea (¡no olvidemos que somos el CSI del pasado
de la Humanidad!), tratar de encontrar y mostrar a nuestra sociedad -y a las generaciones
venideras- una Historia que nos acerque lo más posible a las distintas
realidades, más allá del conocimiento de los acontecimientos “relevantes” (los
únicos que son del gusto de datistas,
amantes de la historia puramente política y de la novela histórica).
Para ello, hay que releer el pasado, así como los trabajos que se
han venido realizando, ser inconformistas, escépticos, compartir experiencias,
probar nuevos prismas, etc. En este punto, es imprescindible no rechazar
ninguna fuente, ya sea arqueológica, escrita u oral (tratando de entender
la naturaleza de las mismas).
Esto nos ayudará a entender mucho mejor el complejo mundo en que
vivimos, y nos dará alguna pista para
afrontar -desde un conocimiento más amplio y profundo de las sociedades- el
fututo que está por venir. En este sentido, la antropología, la sociología e
incluso la psicología, serán unas magníficas compañeras de viaje.
Sólo entendiendo las distintas disciplinas –tanto de las ciencias
naturales como de las sociales- como un todo que explica la vida del hombre, y
no como apartamentos estancos que no aportan sino “cultura general” para ganar
en el trivial o para maquillar los informes Pisa,
podremos avanzar hacia un destino con cierto sentido en medio de una sociedad
en la que la tecnología sin fronteras y la respuesta inmediata puede nublar la
visión incluso del más insaciable buscador de respuestas.
Hagámoslo por la Educación, por la Humanidad, por la Historia, por
los que se fueron y por los que vendrán y –sobre todo- por la Libertad.
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